La Gioconda ¿era un hombre?
Leonardo da Vinci, “La Gioconda”
De vez en cuando leemos en algún periódico cosas que nos sorprenden en extremo. Hoy, concretamente, me refiero a una muy reciente que lleva por título “La Gioconda era un hombre”. En el libro de Georges Isarlo, titulado “Artistas independientes en la pintura antigua”, habla de ello. Al contemplar la famosa dama pienso si en realidad puede importar mucho que fuese un hombre o una mujer. Figurando como mujer, así se la debe tomar y no como una broma del pintor, como afirma Isarlo. No es fácil que lo sea una pintura de tal paternidad. Digamos entonces que lo es casi toda la obra de Goya, que parece llegar aún más lejos, a la burla.
Sabemos que el arte no es la copia. ¡Hay que inventar! Pues si inventar es el camino en cualquier arte, permítasele a Leonardo que ponga un hombre delante e “invente” una mujer. Casi todas sus figuras se parecen mucho a su Gioconda; muchas de ellas tienen esa expresión inconfundible. Delante del Baco podemos también pensar que utilizó de modelo una mujer; de su extraña apariencia podríamos deducirlo.
Igual que músicos y poetas se basan en el simple gorjeo de un pájaro para sus creaciones, pudo muy bien Da Vinci servirse de un joven para crear una mujer soñada por él.
Dice Georges Isarlo: “Sin podérselo explicar, las damas desconfiaban instintivamente, y ellas tenían razón”. Creo que el instinto no es suficiente razón. ¡Invención, nada más que invención! Ni broma ni burla: forma bella de pintar.
Hoy día, que una de las principales preocupaciones de casi todos los pintores es la de hacer abstracción de la forma, no falta quien no comprenda una de las más bellas abstracciones del Renacimiento.
Un pintor se pone delante de un modelo y traslada al lienzo lo que ve, y a su manera: un paisaje, por ejemplo. Según le va dictando su razón lo va resolviendo y al hacerlo quita un árbol de aquí y lo pone allá, o no lo pone. O pinta lo que no es ni sombra de lo que tiene delante. Inventa. Lo mismo podríamos hacer en literatura, escultura, etc. ¿Y vamos a decir ahora que, porque supongamos que a Leonardo le sirviera un hombre para pintar una mujer, nos hizo objeto de una broma? Las leyes a que obedece el arte son desconocidas e infinitas, como infinitos y desconocidos son los aspectos del alma.
Todo lo grandioso nos produce asombro y lo que de extraño puede haber en ese cuadro, es lo que hay en un alma de elegido, de las más elevadas que han pasado por el mundo.
Es muy posible que en el rostro de Leonardo asomara la tristeza al oír decir de esta pintura tan querida por él, que fue una broma, broma que no quiso abandonar ni en las manos del Rey Francisco I de Francia.
Leonardo Da Vinci gustaba, no de bromas sino de sorpresas, y si así se toma, es su Monna Lisa una de las sorpresas más bellas que el arte de todos los tiempos nos ha podido dar. Quizá fuera él el primer sorprendido. Es sabido que se quedaba pensativo delante de sus cuadros.
¿Qué es lo que sugiere al artista sus transformaciones? No nos interesa; lo importante es la obra, que es lo eterno; lo demás es accesorio, aunque haya sido el motivo de la misma.
Nada tiene de particular que este cuadro tan famoso haya producido tan distintas sensaciones, según la capacidad emotiva de cada persona al contemplarlo.
También, hace años, se habló de que la Gioconda tenía esa sonrisa enigmática porque le faltaban los dientes. Es penoso que ante tanta belleza se saquen esas conclusiones. Prefiero pensar que esos labios tiemblan reflejando un alma estremecida. Y su mirada tiene una fuerza expresiva tan femenina que nos duele pensar que esos ojos tan turbadores no sean de una mujer.
¿Y qué puede decirse de las manos de Monna Lisa? ¿También sirvieron de modelo a Leonardo las de un joven? Si fue así, una vez más se pone de manifiesto el talento del genial pintor que disponía de un poder de abstracción que ningún artista de aquellos tiempos fuera capaz de igualar. También sonríen las manos de Monna Lisa y palpan eternidades; son alas de cisne hechas para acariciar el arpa y arrancar con ellas sonidos todavía por crear.
LUIS CARRERA MOLINA
Artículo publicado el domingo 1 de julio de 1956 en el Diario “El Norte de Castilla” de Valladolid (España).