ARQUITECTURA INQUIETANTE Y ORIGINAL

ANTONIO GAUDÍ, creador

Cripta Gaudí, Barcelona

          Si nos metiéramos en una selva tan espesa y tan alta que nublase la luz del sol, sumiéndonos en la noche, nos llenaríamos de un temor indefinible. La oscuridad adaptaría mil formas que se nos enroscarían en las manos, en los pies, en el pecho, en el alma. Nuestros ojos tornaríanse visionarios de aspectos sobrecogedores. Mil gusanos recorrerían veloces nuestra columna vertebral, obligándonos a dar un alarido. Los árboles se nos antojarían reptiles que se yerguen verticales y amenazadores. Algo que nuestro miedo nos haría ver más oscuro, nos parecería una boca que ansiosamente nos quisiera tragar. En esta situación nos sentiríamos anonadados, sin poder movernos, por perder nuestras piernas la última fuerza. El ser racional en poder de lo irracional. Pero salgamos de este sueño, pesadilla más bien, y pensemos que esta selva la tuvo dentro de sí uno de los más grandes artistas españoles: Antonio Gaudí.

          De ese mundo interior nació una maravillosa arquitectura que dio al arte esa definición plástica tan original. Resolvió en nuestro tiempo el problema de la supresión de los arbotantes y contrafuertes, sostén indispensable de la Catedrales góticas; esto hubiera sido bastante para darle el prestigio que tiene. Se puede afirmar que su arte está dentro de una maravillosa abstracción, nacida de ese pensamiento suyo, tan audaz, que le puso en el camino de la arquitectura funcional.

          Imagino que Gaudí vio en las alas del murciélago las nervudas bóvedas góticas, y en el hilo de agua que se congela y cristaliza, gran parte del arte islámico. Todo esto mezclado en magnífica fiesta dio por resultado ese inquietante y original aspecto de su vigorosa arquitectura.

          Hagamos desfilar parte de su obra por nuestro pensamiento: “Caracol ornamental”, casco de un Goliat, que rueda ya lejos de su poseedor, después de la fatal pedrada que le mandó la honda de David a la frente. “Cariátides abstractas”, especie de formación de salvajes con el pelo tirante hacia arriba, puesto así por no se sabe qué clase de ungüentos. Danza pétrea de negros sin lanza. “Chimeneas”, cabezas de reptiles marinos, de los que viven a ocho mil metros de profundidad, si es posible que haya vida en esos abismos; animales horrísonos con cabeza de cuatro, seis o más ojos y un agujero de mil colores. “Barandilla” nos lleva el pensamiento a la cresta de un dragón de los que solo vemos en los estados febriles.

          Un arco saliente de una pared es como chorro de agua que va a caer sobre un plano horizontal, quedando seco, sin salpicar. Me acuerdo, no se por qué, de aquella mujer que se convirtió en sal por mirar atrás.

          “Paramento curvo sobre un banco”, es una boca que nos va a engullir, sujetándonos con una patas sin garras. Unas piedras del Parque Güell, de noche, deben parecer fantasmas. Su “Pórtico de columnas inclinadas”, ¿columnas?, digamos patas que se pierden en una panza también convertida en sal. Y debajo de la panza un banco recostado parece un esqueleto humano. Un “Proyecto para Catedral”, edificio que acaba de sufrir un terrible bombardeo; se va a hundir y se apoyan sus elementos unos en otros, apuntalándose, resistiendo en último esfuerzo, a la ruina. Es cosa que se mueve; figura de mil ojos. Y, por último, “La Sagrada Familia”, órgano gigantesco, hecho para que los ángeles bajen a posar sus dedos en él, llenando de música los espacios siderales.

          La arquitectura de Gaudí se viste con el manto de la escultura y la gasa de la pintura.

          Este artista nació en Reus, en 1852, y murió en 1926. Al cumplirse, hace pocos años, su centenario se viene hablando con frecuencia de este magnífico biólogo de la piedra.

LUIS CARRERA MOLINA

Artículo publicado el domingo 15 de julio de 1956 en el Diario “El Norte de Castilla” de Valladolid (España).