EL ARTE ABSTRACTO

Joan Josep Tharrats, “Creatividad 1234”

          Se siente hoy afortunadamente, por el arte, una atracción mucho mayor que hace unos años. Es muy corriente oír conversaciones sobre ello, y en especial del abstracto. No obstante suele haber algunas confusiones. No suele entenderse concretamente.

          Sé que al hablar de esto descubro el Mediterráneo; pero me anima a ello aclarar para unos cuantos esta cuestión tan llevada y traída últimamente.

          Un cilindro puede ser una columna, un lápiz, un bote. Este cilindro que representa las tres cosas es su abstracción. El planeta donde vivimos, una pelota o una naranja, tienen por abstracción la esfera. Una montaña, el gorro de un payaso o un cucurucho están representados por la abstracción cono. La línea es otra abstracción; no hay más que límites en las cosas.

          El cubismo, basado en todas estas figuras geométricas, es el principio de la moderna abstracción. A partir de ahí se multiplican todas las escuelas de la época actual.

          Gran parte del siglo pasado, precisamente por su falta de abstracciones, creó una pintura fría y decadente necesitada de una gran reacción contra aquel arte momificado. Esta reacción empezó en Francia con el impresionismo en sus diversos aspectos. Mas este nuevo camino no llegó a satisfacer del todo a los tres grandes precursores del arte contemporáneo: Cezanne, Van Gogh y Gauguin.

          Cezanne reaccionó contra el impresionismo pintando por planos. Buscaba con ello dar mayor concreción y firmeza a su pintura. Y de esta forma paradójica da el primer aldabonazo en la puerta del arte abstracto.

          Gauguin, por el camino del exotismo, nos enseña que la belleza reside en el juego de dos elementos de la pintura: línea y color. El motivo no le importa; he aquí un paso más hacia la moderna abstracción.

          Van Gogh, el otro adelantado, simplifica pintando con los colores puros, dando entrada a los fauvistas. Y tras el incendio de color de éstos el arte de la pintura toma un giro intelectual y empiezan a sonar los nombres de Picasso, Leger, Braque y otros.

          Desde las pinturas rupestres se vienen haciendo abstracciones; lo que se trata en la actualidad es de llevarlas al último grado.

          El arte abstracto huye de la objetividad buscando formas que no existen en la naturaleza, cosas inventadas, que, apoyándose en el color, prescinden de la tercera dimensión.

          Es muy difícil pintar en abstracto por lo que tiene de huída de la forma real. Un cuadro abstracto tiene un proceso formidable; hay que ser, para hacerlo, un verdadero artista; tener un gran base técnica, sin ella, es un castillo de naipes que se viene abajo al menor soplo.

          Hay que pedir para el que pinta honradamente en abstracto respeto a su obra, pues significa en él un intento de avance en el arte que es lo que más importa: un grado más en esta evolución. La experiencia demuestra hasta la saciedad que en lo desconocido puede hallarse un tesoro. No se puede negar aquello que no se entiende de buenas a primeras.

          Es necesario desintegrar el arte para volver a hacerlo, un como volver a empezar para darle nuevo impulso. Ha de ser el arte como la planta azotada por todos los vientos, que la hacen más vigorosa.

          Son dignos de respeto los valientes “equivocados” que huyen de colocarse en una postura cómoda, como si ya estuviera todo resuelto. Hegel sostuvo que “hay que tener el valor de equivocarse”. Creo que es la mejor manera de encontrar nuevos horizontes; y no se pueden considerar como trivialidades de mentes sin seso y, sobre todo, cuando esas trivialidades tienen altos representantes.

          El arte abstracto no está contra los maestros de siglos pasados, pues ellos son los que nos han dado la levadura que ha evitado que el arte de ahora sea una monda calavera.

          Tanto puede pintarse lo que se ve como lo que no se ve; tan real es el espíritu como la materia.

          El arte es un Pegaso magnífico de cuento oriental sobre el que cabalga Aladino con su lámpara dispuesta a alumbrar sésamos inesperados.

          El campo del arte no está pisado por ningún caballo de Atila que no deje posible un renacimiento. Ni tampoco hay tierras sembradas de sal. Todo vuelve a nacer a cada nueva guadañada en ese maravilloso césped.

LUIS CARRERA MOLINA

Artículo publicado el domingo 12 de agosto de 1956 en el Diario “El Norte de Castilla” de Valladolid (España).