Problemas de la pintura actual

REALISMO Y ABSTRACCIÓN

  ‘Improvisation VII’, 1910, Wassily Kandinsky

Galería Tretyacow, Moscú

          En la Cadena Nacional de Radio Televisión francesa, ha emprendido el productor Georges Charbonnier una encuesta sobre los problemas de la pintura actual. Y ahora plantea el más fundamental. Nos vemos inesperadamente ante una especie de ser o no ser al colocarnos Charbonnier frente a frente un pintor realista y otro abstracto.

          Si nos atenemos a realidades es bien sabido que cada uno verá la suya. A veces se trata de una cuestión de puntos de vista. Desde aquí abajo vemos el cielo azul; un investigador lo ha visto desde treinta y cinco mil metros de altura y es escarlata.

          Si copiamos un objeto tal como nos parece que es, fácilmente nos inclinamos a creer que hemos hecho realidad. Esa realidad suele no ser nada. En pintura, aunque no lo comprendan muchos, lo de menos son los parecidos. Hay cosas más allá que hacen de esa “realidad” substancia artística. Ese más allá son los alargamientos de las figuras del Greco y el enorme iris que Goya pintó en los ojos. El realismo “dice” de esta forma sus verdades. Y este es el “ser”.

          El “no ser”, o abstracción, arranca del interior, busca una emoción pura, prescindiendo de imitaciones, hacer plástico un estado emotivo.

          Estos dos conceptos pusieron enfrente a Rafael y Leonardo. El pintor de Urbino afirmó que no es necesario pensar cuando se está pintando. Leonardo sostuvo que la pintura es cosa mental. Si no se piensa es fácil caer en el amaneramiento. Si hay que cavilar se presenta el peligro del exceso teórico. Los dos conceptos no deben llevarse al extremo.

          En los tiempos que corremos somos víctimas de la definición (ya Gauguin buscaba definiciones plásticas del por qué). Llegamos, en este afán, a no saber prescindir del título de la obra, cosa que no necesita, pues si tenemos un gallo pintado, no le hace ninguna falta que le pongamos debajo “Gallo”. Esto en cuanto a pintura realista. En pintura abstracta tendremos que conformarnos con mirar y no empeñarnos en buscar nombres o parecidos que están lejos de existir, pues solo tratan de provocar en nosotros, espectadores, otras sensaciones. Si no lo podemos entender o definir no por eso debemos rechazarlo. Estos análisis y definiciones hacen caer a la pintura dentro del ámbito literario. Sin pretender acusar a la literatura, pues ella trata de encontrar solución al arte, sí parece obligar a la pintura a dar, a veces, largos rodeos. Hoy el pintor lee mucho y teoriza demasiado. El conde León Tolstoi, en su libro “¿Qué es el arte?”, ha confundido a muchos. Zola trató de llevar la pintura hacia un naturalismo vulgar, error que están purgando aún muchos pintores.

          Lo más valioso de las pinturas prehistóricas es la libertad en que se mueven, dentro de su terreno, las imágenes. Aquellos artistas no pudieron teorizar, tampoco podemos afirmar que no pensaran en algo cuando las crearon.

          El más perfecto equilibrio lo consigue Picasso. Sostiene que su arte se lo dictan. Su interior, su “duende”, como diría García Lorca, le inspira las obras que han de salir de sus manos. Quiere decir que deja a sus fuerzas internas que actúen libremente. Y él obedece y pinta lo que piensa, no lo que ve en el exterior. Pero el exterior le sugiere y da nueva vida al “duende” y este vuelve a dictar. El pintor se queda sorprendido ante su propia obra y es entonces cuando “encuentra”. Con todo esto enseña Picasso el meollo del arte, que demuestra claramente que el realismo participa de abstracciones y el arte abstracto se basa en cosas concretas.

          Al enfrentar a los artistas de las dos tendencias se sitúa Georges Charbonnier en el lugar del péndulo, mano sin dedos, que quiere sujetar dos extremos huidizos que fundamentalmente se complementan.

LUIS CARRERA MOLINA

Artículo publicado el domingo 13 de octubre de 1957 en el Diario “El Norte de Castilla”, de Valladolid (España).